Una llaga lateral
Se avecina infinidad, pasar precipitado debido a la dinámica del fémur. Un sólido distiende aberturas en
escuadra, refugiándose -furtivo- tras compuertas. Conquistar autonomía de la inanimidad: rejuego de una pierna bajo la falda-tubo
con un recorte al bies. Erectísimo talante radicándose en mi frente con mil exposiciones efectivas. Expondrá su evolución
(por lo menos a mi escala) y su mejor progenie: un largo acoplamiento (el contorno del motivo) y trigo al ladear.
Entre gasa y transparencias
Para hablar (o darle brea) tendría que evocar lo profuso de la ropa, atávicas señales entre los rudimentos
de la corporeidad. Una única variante: los zapatos plataforma -remanente fidedigno- permanecen en sus pies. Pero el resto
es similar: de lado, muellemente, articula su latencia. Como el pájaro ligero contra el viento contendor, el cabello crocante
en el declive de la corva. Perfecta infiltración, estrategia sin objeto, la mano que se carga de material pulposo. Luego nada:
la trabajo con drenajes y succiones, cortes y demolición.
Sus pequeños panties blancos de algodón
Espacios en el monte ramifican ricamente. El triángulo reclama labor de desbarbado: en su transpiración glucosa
hay asechanza, suscitada por el eco y calistenias de galope. Las sienes no descansan ni ejercen la censura sobre el cráneo
traspasando turbulencias. Y el vínculo no es claro, sí engendro de un esquizo (que cunde porque llena con sed su circunstancia.)
Sobre un busto vestido con tejido de malla
Esto es algo diferente: disolución del físico. Aquí pienso esbozar mi caída al orbe oscuro. Humo, intenso
bisturí: inertes derivados en este contencioso: buscando definirlos tendré que segmentar (y pulir) el deterioro de sus masas.
Pero mi concepción del orbe es imperfecta y el brío de durar se vuelve una burbuja. El habla es ya la bruma vacante de la
boca, tropeles en las venas rizándose en rizomas. Qué plano más termal. Percibo su inminencia. Lo termina de invocar mi imaginario.
La ibis en lamé
Inscripciones en el raso -cubículo de hotel. Fumando opaco el porno que escupe el monitor. Yo me voy con
el humo (contraigo su espiral) como en las confluencias agudas de las aguas. La imagino en cuclillas contando las losetas
para no ver el vino que sale de las ingles y en hebras hidrográficas se lanza al sumidero (que inclina su planicie para el
coágulo.) Vertida la recobro: un cartílago endeble con tres protuberancias, pero exigiendo un vínculo con todas las sustancias
y que gana predominio si expulsa la materia. Cuando vuelva de las termas me notará aferrado al tejido que dejó. Con las sienes
reclinadas en el lánguido lamé, agotado como el potro manchándose con heno.
Hilván en maniquí
Era el aura del aula (aurora boreal), guiaba mi frontal al desenfreno. Resulta que el pensar recae en la
anarquía (un otoño, fecundo, negocio del remanso: el otoño infrangible pero cepa de sucesos), no puede el cuerpo oscuro estar
sereno. Así que -como un péndulo- a veces daba larvas su uniforme escolar, y (por discernimiento) el cabello farináceo cubría
los tirantes bordeados de espiguilla. Estallaban, así, las disidencias: bajaban por los hombros, pasaban por el plexo, en
un telos monótono, de espuma: intrascendente. Más próximas las masas, el quiasma de las ingles: algo no definible,
sentido inexpresable, como soltar botellas con mensajes en un lago. El principio -severo- del desnudo, si alcanzo a vislumbrar
¿de qué es coartada?
Bikinis tras las dunas
"Obscene bikinis hide in the dunes..." Sylvia Plath
Siguiendo a la deriva extremos tan espesos, arena sin sutura. Lo sólido sostiene su escorzo en la planicie:
en el páramo no pródigo no hay palmas. Padezco un desvarío (como la anunciación azarosa de lo armónico) en esas caminatas
-elípticas- que ejerzo: la luz en remolino preludia su monólogo y asimismo contrae protuberancias. Aurora del contorno (dirá
Lezama Lima) permea el agua dura, en la alucinación que nace de esas fuentes. Las dunas se entreabren (con un delirio agudo
que no puede alienar) y líneas (cuerpos) traen tenazmente a superficie. No me basta pensar que me designan con las ondulaciones
de sus babas.
Saraos en sarong
Tras una minuciosa reconstrucción del sueño (que persiste en el afán de articularse) vislumbras expandiéndose,
escalando las sombras en la hoguera: eternidad. Timbraban dos guitarras: guarismos en estratos entre los que se instalan los
acontecimientos; pellejos percutían un arte de hojalata: cuando las tres bailaban urdían el tambor. Abdómenes danzaban (vapor
en hipodermia) y al lila exonerado de uveros esparcidos las ingles entreabrían su cisma impermeable. Yo no descalifico con
símbolos con órganos ni arbustos ni arrecifes: deduzco derivados de rápida grafía, fusiones que son cúpulas: había un buque
anclado. Sin embargo llovió, la arena se hizo limo, sus llamas troncos muertos. Armar la impermanencia no es doctrina.
Libamen
Ingieres ligereza con tus zapatos suecos. El tiempo desmantelas en lo indeterminado. Tu vínculo al instinto,
con otra latitud, lo debes a la yerba y al núcleo de un temblor. El tramo de la recta (lo "siempre indefinido") conjura tu
vacío con signos diminutos: cocuyos, anatemas, y rachas de automóviles a cuyo raudo fósforo estiras hacia abajo los cantos
del vestido. Lomo a lomo en el árbol extirpas un espejo, después el ademán retrógrado de un lápiz engendra los eclipses -el
rimel se agostó. Por enésima vez vulgar anacronía y asfixia con la baba: qué denso el pensamiento. La sombra de un cliente,
la mano con puñal deslíen tu monólogo. La vida es malabar del aro de un esfínter.
Para Plinio Chahín, que me ha dado el personaje
El móvil del vampiro
El ojo se detiene en fermentos eficaces -para descomponer. Del contingente oscuro la córnea (dilatada) podrá
cartografiar el yermo: dirimir. Él (que sabe de siegas) inserta en el contorno algunas contracciones, braguetas prominentes:
compensación mental. Él es inoperante entre las dimensiones que le resultan próximas: las cree la yugular. El ojo sólo ve
en el límite ilegible las ascuas de cigarro en la ropa: erisipela.
Breve cuento con tejidos escoceses
Con docenas de cuadernos (para urdir metamorfosis) y artificios de esplendor en las muñecas. De ella mana
minucia, belleza convulsiva, calor de los compases del plisado. Bajo los calcetines recintos equiláteros: riguroso estancamiento
en la flexión. Querría aislar la flora (que inflama) de los fémures escalando (jubiloso) adonde reina el Arno. De golpe interceptar,
dilatadas las pasturas, el surco de un tendón y ráfaga de un brillo: como objeto en mar de leva contra rocas o el abdomen
inundado de estricnina. ¿No será que aquellos vidrios me imponen existencias contingentes, el vilano?
Festejo y regocijo por un impermeable
Será ración de un día destrabar estas ventanas más el súbito prodigio de llovizna que revelan. Vía abajo
manto muelle, cien paraguas que se expanden: son la tibia proporción de lo ficticio. Más arriba hay golondrinas que median
con las nubes fabricando una sustancia de reciprocidad. Yo todo el tiempo espero a que fermente el desenlace y hasta ver tomar
vigor, de entre el vasto ordenamiento, tu blindaje bajo el hule.
Descripción de los vestidos
esparcidos por el suelo
Se ven algunos brotes. Parece que es escarcha. El frío de las carnes es el extrañamiento. La vista necesita
(despejándose las nieblas) fijar (tejer) sentidos: realidad exagerada. El mismo filo débil de sol que los encarna, va haciéndose
notorio en su constancia, les da razón de albur y derrotero y forma, pellejo correoso sin nada que exaltar. El desperdigamiento,
las conexiones libres, en favor de una armonía degradada. Registro paranoico que -en dispersión perpetua- multiplica todos
sus antecedentes. Volverán de nuevo al cuerpo (regresiones infinitas) o en el tedio de un futuro al que exceder.
El vestido y quien lo viste
Hay muchísimas tinieblas en la disco que arbitrar, porque de pronto el límite se vuelve cuestionable. Al
borrar de los contrastes su ascendiente primitivo el sujeto se afantasma, sutil sinuosidad. He aquí la quemadura progresiva
en cada vena, como un pulmón ya hueco boqueando superficie; también que la garganta (prolongando sus atrofias) claudica en
los torrentes extendidos de un tambor. Yo pienso que el vestido bailará sin quien le viste, que veré volar tras lumbres su
appliqué de mariposas. Y que los parentescos se crean libremente en el precipitado desorden del pensar.
En mis días de quimera
"Sus sábanas revueltas son la aurora de las cosas"
André Breton
Tramas íntimas quedaron entre las inflexiones infinitas de las sábanas, como si derivasen de la subyugación
a la quebrantadura: persistencia. Superficie silvestre, fenómeno fugaz: tensión desordenada que se quiebra. Diviso en su plegado
(que es hiperpercibido) la materia alcalina y el fresco de las algas, secreción que remeda una cúpula de espumas y talles
modulados por lavanda. Y -aunque frágiles- no crujen y preservan la expansión de sus moléculas. Pero sólo es leyenda y existe
en subconjuntos: apenas se distingue de lo abstracto. El augurio sinuoso -capaz de ensanchamiento- devenido ya dibujo relleno
de persona; y en virtud de su vaivén policromo en lo menudo el objeto que yo esculpo será calidoscópico: el pelo es artificio
(sino tejido muerto) que pretende nutrir los vientos con esparto, con una boca grave que juega con agudos modulando en alambre
algún acorde. El cráneo sólo puede captar confusamente, aturdido en su vapor.