MENSAJE A LAS PALOMAS
Id ahora a decirle a todas las palomas que el milagro de
Dios nos estaba esperando oculto bajo el agua.
Que además de la luz -viva entraña del verbo- igualmente fue el
beso; la caricia del ala de su sombra en las algas, en medio de la noche sin alba de los peces.
Id ahora a decirle que
cuando la luz fue la primera sonrisa caída de su espejo, algo dejó de ser en torno de la luz, algo rodó en pedazos
debajo de su lámpara.
También id a decirle que el solo hecho de ser es ya una destrucción.
Porque sólo
no siendo es posible lo intacto.
EVA RECIÉN HALLADA
Tú que habitas ahora despierta
sobre el agua rota de los diamantes.
Tú que habitas ahora, como una llama vida, lo mismo que lámpara desvelada
en su propio mundo de claridades.
No eres la terrible, la fulgurante luz que llega de los cielos.
Eres
la espada fina, la silenciosa espada que siega las tinieblas, el más agudo grito salido de las mismas entrañas de
las sombras.
Entre el río de siempre cubierto de ceniza.
El río inevitable donde mi amor aguarda la primitiva
lumbre que quiebra sus metales, sus desoladas selvas, sus ópalos del aire.
Eres la iluminada, la solitaria
esquiva que defiende los bronces de la noche y del alba.
¡ Radiante forma anclada de los vivientes orbes, traspasado
por ti derrumbo mis orillas, hago rosas de hielo de mis propias palabras!
-¿En cuál lecho de otras arenas diferentes creció
de soledades la noche que en tus pulsos moja en agua celeste su roja llamarada?
En la ola de vidrio furiosa que
te envuelve lo mismo que una torre, como una firme hiedra de sed devoradora, construida de ciegos arcángeles te elevas más
allá de las nieblas, hacia los nuevos soles que laten en tu sangre llovida de amapolas.
-¿Es el amor que esperas
erguida en el umbral de la rosa más alta?
¿De la encendida rosa que el verano calcina con sus labios de fuego?
Debajo
de la muerte total otras campanas desesperadas claman, claman otras campanas debajo del silencio donde crece el vacío como
una flor helada.
PRIMERA EVASIÓN
Lo redondo es un ángel caído en el vacío de su
propio universo, donde la oscura voz de su verdad resuena llena de eternidad cerrada y de infinito.
Lo redondo
es un río que sale y que torna de nuevo hacia sí mismo, hacia la hueca nada donde su ser gravita.
Por su forma
la lengua de Dios está explicando su gracia preferida, la imagen con que muestra la sombra de su rostro desnuda sobre
el mundo.
-¿No es su ley la que esculpe la manzana del orbe, el anillo que muerde el pedestal del árbol, la cabeza
del hombre?
Lo redondo es un ángel cautivo que no sueña, que no se translimita de su cerrado cielo; un ángel
prisionero que está sujeto a Dios como un objeto más de amor entre sus dedos.
SEGUNDA EVASIÓN
-¿Quién
encendió la lámpara perenne de la rosa? ¿Quién desató el pequeño enigma de la hoja, de la apretada piedra donde habita
el silencio?
Cuando el ángel pregunta ya deja de ser ángel; la ignorancia es la espada desnuda que defiende su
rosa de inocencia; la rosa que no sabe ella misma el origen terrible de su nombre, de su propio fantasma cerrado
como un nudo de aroma hasta la muerte.
DESVELADO CAÍN
A la orilla del aire yo destruyo
la sombra delgada de los pájaros solitarios que habitan caídos en el cielo pequeño del rocío, de ese húmedo espejo
donde todas las cosas del alba se derrumban, se hunden en el frío metal en donde el trino sonámbulo se hermana con
la niñez del agua.
A la orilla del aire yo destruyo la rosa del rosal, la azucena, la nube y la guitarra que
también es alondra nacida en una nueva presencia quejumbrosa de metales heridos.
A la orilla del aire yo destruyo
el aliento del ángel, la paloma.
Nada queda en mis manos que no rompa en procura de mí mismo en el fondo, en
la íntima entraña sepulta de las cosas donde lo eterno esculpe su máscara de siempre, su soledad más honda.
¡Oh
Padre imaginado tras el terrible cielo por donde pasa el viento del misterio soplando la voz de sus campanas!
-¿Qué
cosa es que supongo hallar tras de tu niebla? ¿Cuál enigma vislumbro oculto tras la negra semilla de tu árbol?
La
noche milenaria que enroscada descansa sin rostro entre mis huesos, la noche que me oprime por dentro y me devora, ¿no
es la misma que cava con sus dedos de sombra su abismo en los objetos?
Por aquí desemboco rodando hasta la gota donde
la más antigua de mis voces descansa.
Si tú el cálido aliento de tu pulmón soplaste, para forjar del barro miserable
la estatua preciosa de la vida.
Yo levanté mi mano valiente hasta tu rostro, para inventar la humana presencia
de la Muerte.
Desde entonces yo he sido también un dios creador, arquitecto único de ese orbe distingo donde
el fecundo cielo no hizo del verbo luz, sorda parte de un mundo donde la intacta sombra es virgen todavía.
No
es Abel el que muere herido por el golpe salido de mi mano, no es Abel el que muere.
Con él sólo destruyo las formas
permanentes del símbolo primero: igual me hubiera sido la presencia de alba, lo inmutable del cielo.
CANCIÓN
DE LA VOZ FLORECIDA
Yo sembraré mi voz en la carne del viento para que nazca un árbol de canciones; después me
iré soñando músicas inaudibles por los ojos sin párpados del llanto.
Colgada sobre el cielo dolido de la tarde habrá
una pena blanca, que no será la luna.
Será una fruta alta, recién amanecida, una fruta redonda de palabras sonoras,
como un canto:
maravilla sonámbula de un árbol crecido de canciones, semilla estremecida en la carne florecida
del viento: -mi voz.
ESTA CANCIÓN ESTABA TIRADA POR EL SUELO
Esta canción estaba tirada por el suelo, como
una hoja muerta, sin palabras; la hallaron unos hombres que luego me la dieron porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.
Yo
entonces ignoraba que también las canciones, como las hojas muertas caían de los árboles; no sabia que la luna se enredaba
en las ramas náufragas que sueñan bajo el cristal del agua, ni que comían los peces pedacitos de estrellas en el
silencio de las noches claras.
Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales que eran todas posibles en la tierra del
viento, en donde la leyenda no es una hierba mala crecida en sus riberas, sino un árbol de voces con las cuales dialogan
las sombras y las piedras.
Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales cuando aún no era mía esta canción que estaba
tirada por el suelo, como una hoja muerta, sin palabras; pero ahora ya sé de las formas distintas que preceden al
ojo de la carne que mira, y hasta puedo decir por qué caen de rodillas, en las ojeras largas que circundan la noche, las
diluidas sombras de los pájaros.
CANCIÓN DE LOS OJOS QUE SE FUERON
Se me fueron los
ojos por mirar la presencia posible de las cosas que pasan como el río, como el pájaro blanco de una luna sin alas, como
el cristal en donde se desnuda el silencio.
Desde niño se fueron... y ahora tengo en la sangre otros ojos que
miran por encima del aire, por encima de toda transparencia distante, y esta es mi pena ahora: el término y distancia; el
que yo muera siempre, mientras los otros cantan cuando yo me deshago de llanto entre las yerbas buscando la sonrisa
que olvidan las estrellas al huir presurosas ante la luz del día.
Yo me iría tirando también como los otros en
un cauce perfecto mis redondas palabras; pero no puedo, no; hay otras formas mudas que me llaman más hondo que la voz
de las aguas.
Yo sé que nadie ignora la vida de mis ojos allí donde la niebla tiene rosas moradas, y el silencio
devora la imagen de otra luna hecha de anochecidas canciones apagadas; allí donde los nardos son palomas crecidas con
las alas quebradas, y el jilguero no es sólo la dulzura de un canto, sino una ruta ancha por donde de puntillas llega
de noche el alba; quiero decir: allí donde todas las hojas elaboran por dentro de la savia fecunda de sus verdes
entrañas, la presencia de una primavera enterrada, en donde están gritando de angustia por su vida las rosas que
no nacen; allí están mis ojos: los ojos de mi sangre, los que miran tan sólo por encima del aire, por encima de toda
transparencia distante; los ojos que me dieron, que no fueron de carne; allí están en la sangre mirando el lado opuesto,
la forma diferente, el oculto sentido de la carne y la esencia; porque todas las cosas tienen su doble sombra, hasta
la voz y el viento.
CANCIÓN DEL SEMBRADOR DE VOCES
Caminando al azar por los caminos, por
los muchos caminos distintos de la vida, voy tirando palabras desnudas en el viento, como quien va tirando, distraído, semillas
de naranja sobre el agua de un río.
Son palabras dispersas, acaso sin sentido, palabras misteriosas que afluyen
a ml boca, cuyo origen ignoro.
Algunas veces pienso que es otro quien las pone sobre mis propios labios para
que yo las diga. Y yo las digo; pero, tan displicentemente, como quien va tirando, distraído, semillas de naranja
sobre el agua de un río.
La multitud que pasa me mira y se sonríe y yo también sonrío; pero sé lo que piensa.
En
cambio ella no sabe que yo estoy construyendo con esas simples voces salidas de mis labios, la estatua de mi mismo sobre
el tiempo.
CANCIÓN DE LA AMADA SIN PRESENCIA (Antigénesis)
Antes de que tu voz fuera
color de trino y tus ojos dos sombras salobres como algas; cuando aún tu sonrisa no era un camino abierto para encender
al alba, sino una melodía en un país remoto de la tarde; entonces, -¿lo recuerdas? -, todos éramos uno en la unidad
de Dios, y mi aliento de vida era tu mismo aliento, porque tú eras yo.
¡Oh indescifrable enigma de la rosa y
el viento: yo me amaba en ti misma! Todavía el ocaso no era un pájaro muerto colgado entre dos ramas, ni se dolía
la noche en la angustia pequeña de los nardos, ni el cielo era de trapo, ni el mar una hoja verde sin sirenas.
Acaso
todavía los lirios no eran lirios, ni estrella, las estrellas; ni el sol una sonrisa de claridades altas nacida entre
dos astros; todavía, te digo, que nada tenia forma resuelta entre las cosas; el aire no era aire, sino una mariposa: solo
una mariposa con las alas tendidas.
Qué dolor el de no verte desfilando como ci perfil sonámbulo de un ala entre
los mansos árboles sin luna, ni flotando en la noche única y sola, como un ave perdida entre la bruma.
Sin embargo
los dos íbamos juntos sin que tu sombra gritara por el frío de la palabra "nunca" su agonía; sin que ninguna pena, por
el silencio mismo en que morías, espigara una rosa de ternura como vivo recuerdo de un alma que se iba.
Qué dolor
el de no verte entre estas muchas cosas que no eran: las montañas los nidos, las ranas y los peces, la luna grande mojada
de canciones, la tierra azul y la mañana verde.
Qué dolor el de no verte; porque este era el instante único
y preciso de las nominaciones: ya el viento seria viento; la violeta, violeta.
La mano de lo arcano ponía su etiqueta sobre
todas las cosas; ya íbamos a ser: mujer, estrella o rosa.
Pero tú fuiste un atardecer. ¡Sólo un atardecer!
Y
yo, poeta.
CANCIÓN DE LA NOCHE LARGA
En la noche y bajo una muda elocuencia de piedra, la
sombra de los cipreses es como un grito en la niebla.
Coros de voces descalzas ponen sus ágiles pies sobre
las copas oscuras de los árboles; después la aguda espada de un grillo hiere un hermoso silencio de blanca carne
de lirio y de cabellos de incienso.
Yo sueño con que tus manos se van perdiendo a lo lejos como dos trémulas
alas tras la negrura del cielo.
Soledad de soledades: mi corazón está solo frente a esta noche que crece como
un rosal sin colores.
Si pudiera ver el mar que me recuerdan tus ojos, se trocarían en lumbres mis soledades
en sombra; se llenaría de flores el limonero más alto; con sus mejores kimonas vendrían las mariposas de donde
nadie lo sabe; la luna se iría entonces cantando por otra calle, y una frescura de infancia se me entraría en
el alma: ya no sería yo el mismo, el de esta noche tan larga; con otro cuerpo distinto y el corazón en las manos retornaría
de nuevo para jugar en la playa.
Canciones de primavera. Olor a tierra mojada.
¡Todo si viera tus ojos en
esta noche tan larga!
CANCIÓN DEL MUNDO ESTÁTICO
Me imagino tu mundo por dentro como
un amplio coro de incomprensibles voces de terciopelo, flotando entre una selva de árboles humanos, tras un dolor
desnudo venido de muy lejos.
Me imagino tu mundo -terrible, solitario- como un paraje en donde crezcan rosas de
tinieblas y en donde impetuoso un viento crudo y agrio muerde un viejo silencio de corazón de piedra.
Me imagino
tu mundo como si en él la noche hubiera florecido sus pétalos de sombras para quebrar el alba dorada que persiste en
despertar el canto de todas las alondras.
Después acaso un solo sonido sin palabras, una másica muerta, un resplandor
de estrellas ahogadas sobre el agua de un río silencioso que marcha lentamente camino de la muerte.
Una rosa,
una dalia, algo absurdo que finge la traslúcida cara de un ser cuya sonrisa nieva lumbre de luna. Y en medio de este
mundo atormentado y solo, como una torre adulta: tu voz petrificada.
CANCIÓN DEL RECUERDO FELIZ
Cuando
por soleados caminos del domingo, cogidas de las manos venían las margaritas con sus limpias enaguas recién almidonadas crujiendo
melodías de almidón en el viento;
cuando enardecidas iban las amapolas gritando en rojo vivo su pasión anarquista por
todos los viajeros senderos de la aurora, y los claveles eran Caperucitas Rojas, las dalias (con sus faldas de encajes)
bailarinas, ignoradas pavlovas de la verde campiña, con tramoyas de vientos, en proscenios de hojas;
cuando todas
las rosas del rosal tenían alas, y en vez de ruiseñores canoros en sus jaulas, las viejas solteronas mimaban en sus
sueños tulipanes azules que cantaban:
era entonces el tiempo feliz de las abuelas; el bello tiempo ido de las
pantallas rosas, los relojes de cuco, los bastones de estoque, las postales de Niza y el ademán pausado con que los
caballeros se hacían el bigote;
tiempo todo cubierto de un fino terciopelo, por el que descendían las palabras discretas en
un suave despliegue de susurrantes voces cuando el vals entreabría sus violines de llanto, y el mundo se apagaba de
pura transparencia.
CANCIÓN DIALOGADA POR VOCES EN EL VIENTO
-Quiero el haz de tus
gritos apretados y juntos para forjar con ellos un pueblo de palabras, una ciudad de voces con campanas azules.
¿Sin
que por ello tengas que dejar los jirones de tus nardos de cielo rendidos de los dedos oscuros de mis sombras?
-Entonces
no comprendo por qué has llegado a mí sin una temblorosa canción entre las manos.
¿Es que se han muerto todos los
pájaros del mundo, y ni siquiera cantan ahora las estrellas?
-Floreceré jardines de músicas en ellas, para
que tú vendimies ternuras de azucenas.
-Ya te he dicho mil veces que no quiero palabras; hay algo más en ellas...
-¿Quieres
decir canciones? ¿Voces estremecidas?
-Yo pienso que son tales, aún cuando ellas no tengan ese temblor sublime que
es propio de las alas.
-¿Es que ignoras acaso que hace tiempo que el canto no se espiga en los labios angustiados
del mundo?
Todos los que cantaban se hundieron en un negro silencio sin estrellas, sin árboles en donde pudieran
amarrar las sombras de sus sueños.
-¿Quieres decir que han muerto; que no existe quien pueda humanizar de
nuevo los pesares del mundo?
-Es mejor que no digas esas cosas tan alto.
Puede que nos las oigan aquellos
que no saben de nuestro mar de llanto derramado por todas las mariposas muertas.
-Hay algo que ignoramos que
transmuta la forma sensible de las cosas.
Quizás por ello sea que en mi mente tus manos se estremecen ahora, lo
mismo que la sombra pequeña de los lirios hundidos en el agua.
-¿Por qué dices tal cosa? ¿Cuándo no fue de
lirios la sombra de mis manos?
CANCIÓN DE LA NIÑA QUE QUERÍA SER SIRENA
Por los
caminos del cielo llegó la luna gritando sus claridades nevadas de caracoles y nardos.
En la guitarra del
viento la brisa con dedos finos cantaba un canto de plata.
Con su sonrisa de arcángel que no se come las uñas, la
niña dijo riendo bajo el capricho de luna:
-Yo fui sirena una noche de sombras de terciopelo. Sobre mis muslos
de nácar podían brillar luceros.
Madréporas y corales entre la noche marina lloraban sus soledades por
las pupilas salobres de los dorados delfines.
Dorsos de plata y de luna. Arena de las estrellas. ¡Cristalerías
de espumas en un mundo en donde sueñan los tulipanes de nieblas!
-Niña mía, de tus ojos está muy lejos el
mar. Quizás tú fuiste lucero; pero sirena, jamás.
-Un palomar de tritones yo vi en el fondo al pasar. ¿Por
qué tú niegas que he sido una sirena del mar?
Si negros son mis cabellos, teñidos han sido allá con tinta
de calamar y sombras de noche muerta; si no son claros mis ojos es por el llanto quizás: que la pena es también
negra hasta en el fondo del mar.
-Nina mía es que en tus labios no está el sabor de sal.
Quizás tú fuiste
una estrella; pero sirena, jamás.
CANCIÓN DE LA NIÑA QUE IBA SOLA
Sonó lenta y sin
alarde la ronca voz de una torre.
Por el camino sin nadie venía un perfume de cobre; por el camino sin nadie de
la tarde.
- ¡Oh, linda, te lo diré ahora que estamos solos; un redondo mar sin peces son tus ojos!
-La
tarde borda jacintos de tafetán sobre el cielo.
-¡Si quieres uno, yo puedo sobre tus trenzas ponerlo!
-No,
déjame sin jacintos lucir así mis cabellos.
-¿Flotando sueltos al viento como las alas de un cuervo?
-O
de un retazo de noche caído desde los cielos.
-¡Oh, linda, linda, no puedo con la sombra de tu pelo!
Suena
lenta y sin alarde la ronca voz de una tarde.
Por el camino sin nadie vino un perfume salobre; por el camino
sin nadie de la tarde.
FÁBULA INE FABLE DE LA NIÑA LOCA
Tambor. ¡Tambor! Hermana:
yo no quiero ser tambor me duelen demasiado los ojos en el agua desde que tengo abierta esta herida en el viento.
Una
vez me sembraron el alma de recuerdos y crecí como un árbol en la noche del tiempo, en donde está cayendo como una
sola gota, para siempre, el silencio.
Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.
Aquella dulce niña,
que, como yo, tenía dos blancas manos locas tendidas a la luna, daba pena mirarla; porque sólo decía que la luna
había vuelto sus manos mariposas: mariposas de sueños que volando se iban por el cielo remoto de las lunas difuntas.
Tambor.
¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.
Me basta con mi ancho corazón de voces, mis caminos de humos enterrados, mis
campanas de nieblas doblando entre las sombras me basta con mis ojos sonámbulos que miran como crece de trinos la bondad
de mis manos.
Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.
-Lo comprendo; es posible: tú lloras porque
piensas que yo no estoy presente; supones que me he ido hacia los lirios rotos heridos por el aire, hacia el mundo
de hojas que desangra la noche; supones que me he ido -toda desvanecida- hacia el cielo sin lumbre en que devoran albas tardías
los gusanos.
Yo estoy ausente, sí: ausente de la carne sin ensueños ni sangre de tus huecas palabras, más
allá de tu muerta nominación de cosas.
Yo estoy ausente, sí, de tu forma distinta de pronunciar alondra, sepultada
en un pecho nublado por el llanto.
-Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo no quiero ser tambor.
Ahora que dolencias de
sombras angustiadas ascienden por el agua desnuda de mis ojos y mi herida no sangra en la carne del viento; ahora
que estoy hecha de cosas enterradas y estoy henchida toda de estrellas como un río, no dejes que se vayan mis manos
por el alba; no dejes que se vayan: Tengo miedo de un ángel oscuro que las llama.
Tambor. ¡Tambor! Hermana: yo
no quiero ser tambor.
TEORÍA DE LA VISIÓN PROFUNDA
Las palabras son anclas clavadas
en el suelo, pájaros mutilados que tienen un viajero corazón de nube; pero así como el nardo tiene llena por
dentro su vida de una oculta claridad madrugada, así las demás cosas también puede que tengan sus vidas de
una misma manera amanecidas.
No es posible una carne sin sueños ni palabras, sin angustia de voces, sin
corazón de lumbre ni párpados de llanto.
Todo tiene, sin dudas, que tener otra vida por dentro de la cual -y
estremecida toda- debe haber algún cielo herido de canciones.
Es lógico pensar que a espaldas de la luz clara
de las estrellas ningún hombre ha podido vislumbrar su camino en la noche profunda, y es que olvidamos siempre -inexplicablemente- que
la piedra es la infancia remota del silencio, y que el agua no es más que el discurrir del tiempo.
Únicamente
vemos lo externo de las cosas; jamás nos incluimos para escuchar la simple verdad que se nos muestra desnuda
desde el suelo.
Si la rosa miramos, no vemos que la rosa es solamente un trino de pétalos clavados sobre
la vertical resignación de un tallo.
Nuestra visión se queda tan sólo en los colores, sin ver jamás el verde color
de las pisadas del viento que retoza desnudo entre las hojas.
LOS CABALLOS DE SURO VIENEN POR
EL VIENTO
Ya llegó la vendimia de los frutos sin nombre, en donde en cada germen que oculta la simiente hay
un hálito macho gozando una doncella; yo la vi desde el árbol donde el viento -nodriza de los retoños nuevos- mece
la dulce cuna de las ramas más altas y ha llegado tan sólo porque el rosal crecido tiene todas sus manos llenas
de voces blancas.
- ¡Madre: los caballos de Suro vienen por el viento!
-Un paso más, y ahora descolgarás
la luna sin que nadie nos diga que es una voz distante, una gardenia muerta, o una canción redonda clavada
sobre el cielo.
- ¡Madre: los caballos de Suro vienen por el viento!
-Únicamente aquellos que todavía
no saben que la tierra es muy grande y sólo de unos pocos, únicamente estos no abrirán su piedad a la mirada
triste de los niños sin pan y los perros sin dueño.
- ¡Madre: los caballos de Suro vienen por el viento!
-No
le digas a nadie que los pinos son hechos con el canto crecido de los pájaros muertos; no le digas a nadie que
la tarde te hastía con su mirada enorme de bestia fatigada.
La humanidad se cansa de la desdicha ajena, del
llanto que no brota del fondo de sus ojos.
- ¡Madre: los caballos de Suro vienen por el viento! y está
lloviendo siempre - ¡siempre! - una lluvia de cielo por la noche del aire.
ESTRELLA MATUTINA
Gota
de luz celeste que destila desde su propia eternidad cerrada; espiga de la gracia germinada en la mano del ángel
que vigila.
Sola, serena, y por demás tranquila derrumba su existir con la alborada ¡Saeta de la noche vulnerada! ¡Redonda
voz de una lejana esquila!
Pastora que apacienta en altos prados donde de claridades nacen rosas de solitarios
pétalos nevados.
¿Qué enamorado serafín te cuida a la orilla del aire en que reposas lo mismo que una lámpara
encendida?
HUMILDE MAYO
Mayo trajo la flor, la milagrosa palabra vegetal que arrulla
el viento. Mayo pobló su propio firmamento con la sola presencia de una rosa.
Yo la miré ascender tan jubilosa a
su pequeño, débil monumento, que fue como si viera el nacimiento de una terrestre aurora luminosa.
Era su viva
lumbre madrugada una encendida hoguera encarcelada en el cielo cerrado de su esfera.
Única roja rosa amanecida. Rosa
de una estación empobrecida. ¡Sólo con ella fue la primavera!
ESTE TACTO
"Con falsos
silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido".
Este tacto solícito que abruma; este vivir más hondo
en los sentidos, va descubriendo cielos escondidos; nuevos mares ocultos en la espuma.
Ignorados espacios por
la pluma de misteriosos pájaros caídos, mundos de claridades suspendidos tras la pequeña noche de la bruma.
Nada
perdura inédito al contacto de este absorto mirar inquisitivo de las pupilas íntimas del tacto.
Así de mi interior
huyen las nieblas; porque si ciego para el mundo vivo, lleno de luz estoy en mis tinieblas.
VIVA MUERTE
Huésped
del cuerpo humano que me cierra en mortales mortajas hospedado, transito con mi ser resucitado como una viva muerte
por la tierra.
Y cuanto miro en torno es una guerra suscitada en un tiempo limitado, por donde va cayendo derramado el
instante de vida que la encierra.
Sólo de muerte en muerte caminando, sólo de vida en vida cada día igual que
una semilla germinando.
Va mi vivir hacia su cielo incierto; llevando sin saber, en su agonía, la muerte en vida,
y con la vida, muerto.
EL CIELO DESTRUIDO
("¡Oh, cielo riguroso! ¡Oh, triste suerte! ¡Que tantas
muertes das con una muerte!")
El cielo destruido porque llora mi acongojado corazón humano, no es el
perenne cielo cotidiano donde el rostro del tiempo se cobra.
El hondo cielo que mi ser añora por ser de íntimo
sol su meridiano, ese cielo cayó desde mi mano hacia una eterna noche sin aurora.
Nada queda de él. Sólo el recuerdo a
mitad del camino en que me pierdo alza el hueco fantasma de su nombre.
Cielo del ser mejor en su mañana. ¡A cambio
del sabor de una manzana perdido para siempre por el hombre!
A LA SANGRE
Agua de soledad, agua sin
ruido, desatado cristal de pura fuente; agua que va cayendo interiormente en mi cielo más hondo y escondido.
¿Qué
misterioso viento sumergido, tu natural hechura de torrente transfigura ideal y simplemente en un rojo clavel enardecido?
Hay
un íntimo dios que te construye. El mismo dios que lento de ti fluye por los labios abiertos de la herida.
Vivo
clavel humano que perdura sujeto por la leve arquitectura de la fugaz estatua de la vida.
AMOR
("Quien
a las llamas del amor no muere")
Es el amor en todas las edades del ser que valeroso lo frecuenta, una oscura
semilla que fermenta en etapas de calma y tempestades.
Más dado a lo irreal que a realidades del suelo material
donde se asienta, va como oveja dulce que apacienta en prados de celestes claridades.
Arquitecto del cielo que
idealiza: arde desde la lava a la ceniza de sus propios volcanes desatados.
Hasta que por el fuego que lo inflama, es
consumido por la misma llama, "en soledad de dos acompañados".
EL MENSAJE
("Que
del arte ostentando los primores")
Allí en donde el ángel nos revela su celeste palabra iluminada; allí mi
alma atenta se desvela sola de madrugada a madrugada.
Por esta voz eterna que ella anhela verla en carne de estatua
edificada, hay una fría caricia que la hiela y un fuego que la enciende en llamarada.
No da el ángel su voz,
porque la tira desde aquel alto desolado clima de la noche cerrada en que delira.
Hay que bajar del cielo a lo
más hondo de la insondable entraña de la sima, para alcanzar su voz que está en eL fondo.
SONETO
A LA MUERTE
("Bella ilusión, por la que alegre muero")
Llueve tu soledad de noche oscura, de
eslabones de sangre desatados, y una más alta claridad fulgura debajo de los párpados cerrados.
Todo fuera de
ti se hace negrura, amasijo de lienzos apretados, donde no es necesario ni perdura el aire de los cielos libertados.
La
luz que irrumpe súbita en la sombra de nuestra humana oscuridad terrena, como un destello lívido que asombra;
esa
lograda claridad postrera llena de eternidad y de ti llena: es la única lumbre verdadera.
ELOGIO
A LA PALMA
Largo dedo vertical extendido, para el nupcial anillo de boda de los hongos, o a lo mejor
un dedo, y nada más que un dedo, para rasguear las invisibles cuerdas de la eterna guitarra que yace esculpida en
el fondo del alma solitaria de todas las llanuras.
¡Palma! Palma real:
Corporeizado grito de la selva en
un franco delirio de vegetal altura, contigo se realiza, el logro de un destino botánico que empieza, con la humilde
labor de una semilla, de una voz decidida en trepar hacia arriba cada vez mas y más, en procura de una excelsa vecindad de
pájaros y estrellas.
¡Palma! Palma real:
Bohío presentido, simple hogar en potencia para el sueño de aquellos
desdichados que saben de los muchos puñales que blande la intemperie, cuando la noche llega sigilosa arrastrando
sus negras vestiduras.
¡Palma! Palma real:
Compendio generoso de los cuatro principios de la vida aborigen: abrigo
y alimento, ornamento y paisaje.
En tu ejemplar ascenso hacia los altos cielos se descubre que eres, toda una voluntad unitaria
de raíces que sueñan, de raíces que suben por encima de la talla común del matorral apático y gregario.
¡Palma!
Palma real:
Perenne voz crecida en verde llamarada, asta de la sabana donde ata la aurora su bandera de cielo, pendón
donde amanece toda hecha de trinos la luz de la mañana.
¡Palma! Palma real:
Empinado sitial de golondrinas, pedestal
de los pájaros más altos, balcón para cansadas mariposas errantes, o improvisado mástil para el sueño de algún viajero
corazón marino de estas islas de fuego.
¡Palma! Palma real:
monumental espiga que despierta maliciosas
ideas en la mente de las ingenuas vírgenes silvestres, que absortas te contemplan desde lejos, pensando que tú eres
la columna pudenda con que el agro realiza la intensiva faena de sus fecundidades.
¡Palma! Palma real:
Verde
pluma de fuente para escribirle cartas de sombras a los ríos, que a la distancia pasan perseguidos por los rayos
de un sol que sin cesar castiga sus espaldas de agua.
¡Palma! Palma real:
Delicioso abanico para el sultán
del viento, que rechoncho sestea, muchas veces al día, sobre la vieja hamaca del silencio.
¡Palma! Palma real:
En
la desolación de la llanura, o de la loma en donde solitaria vigilas el silencioso discurrir del tiempo, eres,
desde el inicio de la vida, el musical poeta que recita, en vivos versos hechos de palomas, de garzas y de ciguas
montaraces, el más bello poema con que cuenta todo el acervo lírico del valle.
¡Palma! Palma real:
¡Para
ti la palabra de luz con que se abre el mundo del fervor y del prodigio!
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