Home
Radhamés Reyes-Vásquez
León Félix Batista
Miguel Antonio Jiménez
Juan Freddy Armando
Daniel Montoloy
CESAR SANCHEZ BERAS
LEOPOLDO MINAYA
René Rodriguez Soriano
Jose Ignacio de la Cruz
Dionisio de Jesús
CESAR AUGUSTO ZAPATA
Víctor Bidó
Médar Serrata
Carmen SANCHEZ
Angela HERNANDEZ
BASILIO BELLIARD
Rafael Hilario Medina
Pastor de Moya
Plinio CHAHIN
Alejandro Santana
Oscar Pena Jimenez
José Mármol
José Alejandro Peña
CLARIBEL DIAZ
Karina Rieke
Raquel Virginia Cabrera
Alfieris Bonilla
Johnny Durán
Juan Antonio Rodriguez
Rafael Americo Henriquez
Domingo Moreno Jimenes
Tomás Hernández Franco
Lupo Hernández Rueda
Freddy Gatón Arce
Manuel Del Cabral
Franklyn Mieses Burgos
Antonio Fernández Spencer
¿QUE ES UN POEMA?
POESIA DOMINICANA
Daniel Montoloy

POEMAS de DANIEL MONTOLOY

Daniel Montoly
Es miembro de la comunidad poética Cacibajagua (Madre
Tierra, en lengua Taína) de la República Dominicana.
Forma parte de la Liga de Jóvenes Latinos para Los
Derechos Humanos, con sede en USA. Colabora,
activamente, con varios Foros Literarios en la red
cibernética y con instituciones vinculadas con la
problemática de la pobreza. Fue Autor Invitado en el
Primer Volumen de la colección SENSIBILIDADES, del
cual es uno de sus miembros, donde publicó un
seleccionado de su poesía, que es un canto a la
libertad del ser humano y de la palabra.
Nació en Valverde Mao, República Dominicana y aunque
guarda y conserva, intrínsecamente, sus raíces
culturales, su literatura expresa, en un lenguaje
fresco y atrevido, profundo y aleccionador, la
problemática del ser humano en el amplio contexto de
su entorno universal. Tiene un poemario inédito para
su próxima publicación y un libro colectivo sobre
narrativa breve. Algunos de sus poemas traducidos al
inglés han figurados cómo finalistas en varios
concursos literarios. Su poema Detrás del Brutal
Silencio dedicado a Lorca ganó en el segundo lugar en
el certamen de La Joven poesía Latinoamericana dentro
de Los Estados Unidos.



Los Pergaminos de salitre

Una noche, se alzó por encima de la monotonía,
sus manos viejas resonaron
como jóvenes pergaminos de salitre.
Sin renegar, su rostro
montó un caballo desolado
con cascos de fecha y viento.
El dolor estaba en apogeo,
o hacía, con cada lágrima,
a lo lejos, canciones invernales:
hojas prendidas de su cuerpo.
Se alzó ciego de angustia,
llenó con garabatos su alforja negra,
y en medio de los senos de la sombra,
pintó un aviso
con letras color a miércoles borrosos
para los hijos rotos de cada hombre
que le siguiera..
Nunca vimos apagarse su colilla,
mientras, se fumaba el cielo con ambos dedos.

Daniel Montoly
© 2001



Detrás del brutal silencio.

                                      A Lorca


La noche estaba turbia y sola,
acallando tres disparos
en su vientre negro.

Cayó un cuerpo a oscuras,
amortajado por lágrimas tristes:
rodó por las hierbas,
y los despeñaderos.

La luna siguió callada
en su blanca aurora,
que no así era indiferente.

Así fue como cortaron
al zorzal sus alas,
su magia de duende,
su verbo.

No se esfumó con su vida:
emergió del cadáver,
como humo esbelto,
a eternizarse
sobre los deseos
de turbas,
de furibundas hienas,
que amputaron su vuelo
con intención de matarle.

Olvidaron que no hay silencio
para el verso:
una vez que cae
del labio del bardo,
abre heridas y cura tierra
pero nunca muere.

¡Hundieron Granada!,
¡la hundieron!

Fue el grito...

El pesar se adueñó de todo
sin espacio ni tiempo
para devolvernos aquel ángel,
coqueto y travieso,
que escondió su inocencia,
en hombros enemigos,
pensando que la muerte
respetaría su niñez,
su brillo de canario dócil...

Olvidó que las bestias
son bestias
y cuando las azuzan matan:
esa es su naturaleza maldita.

Daniel Montoly
© 2001
 

Balada para Katmandú

A las mujeres y hombres nepaleses
que tratan de hacer algo más que sueños

Son las seis:
no sé si Katmandú duerme
o está despierta
aferrada a los gruesos párpados
de un Buda ceremonioso y cómplice.
Esta Katmandú:
mujer vejada por llevar úteros
y por ser reflejo de la luna.
Eterno cementerio de sombras analfabetas,
vadeado por los halos de humo
de los muertos incomprendidos,
que abandonan el mundo
montado en el rickshaw del misterio.
Dos gruesas pestañas rojas
bajan de tus cerros tristes:
la savia joven de Rukum y Rolpa,
que anegan los arrozales con futuros secos
debajo de las costillas salobres.
Tus uñas se hunden en el lodo diurno
por el linaje azaroso que te amordaza,
que te empobrece las médulas
de mujer oculta tras un manto sucio
con incienso lúgubre.
¡Oh, Katmandú!, lavas tu aura,
recoges tus vástagos dispersos
tras las huellas difusas de un Buda miserioso.
¡Levántate!, rompe en pedazos
este maldito silencio de siglos
que te ha circulado como mariposa grisácea,
y dejaras de ser
esa mancha negra sobre el fondo blanco
del Everest majestuoso que te inunda.

Daniel Montoly
© 2001
 

Man in blue

                  A Reinaldo Arenas


Yo te escribía tres mentiras
guajiras Yemallá,
y Ochún jugaba
con las negras mariposas
que surfeaban en las lámparas:
hogares de genios cosmopolitas.
Nos drogábamos los espíritus
con vainas oscuras
y perniciosas
que dan ataques de alegría
sin ser días festivos.
De lo profundo
se desplomaban las voces
de las gallinas existenciales
que dejaban huevos agridulces
en las retinas salobres.
¿Qué más quería?
¿Volar cometas con cielo nublado?
-No, las rosas
no caminaban Yemallá
era tu sequito de Orishas
los que danzaban-.
Los tambores gritaban lunes
feriado con balsas
y Key West era el paraíso:
el Canaán de los nuevos israelitas
transeúntes del trópico.
En su arena blanca
soñábamos levantar chozas
de rumbas, son y salsas borregas
para turistas incautos.
No fue así,
por ello te escribo
tres mentiras mediáticas:
Estoy bien,
no te necesito,
déjame la puerta abierta
por las noches cuando duermas...
No me preguntes si vuelvo
que esas cosas no se dicen
a estas alturas
cuando las nubes lucen sus calvas
y los dólares parecen ser cuervos.

Daniel Montoly
© 2001

 

Integración

Vuelve la costumbre:
su inmortalidad
toca teléfonos,
las metrópolis
se inundan con piedras íntimas
y con largos bostezos
de principios sólidos.
Los nuevos rasgos
emergen de las obsidianas,
incrustan sus raíces
con madurez
en los tímpanos,
en las lágrimas.
Cantan los pájaros
con sus ecos de resinas.
El ritual discurre:
el trópico,
la duna,
el shinto,
la voz del gong, las olas,
de levitas se funden
en orgasmos rítmicos.
Los lienzos
abren sus retinas,
corren grifos de polvo,
los genes se multiplican,
cambia el jardín,
las flores, la vista,
el cosmos y el enigma.


© 2001, 2002, Daniel Montoly

Publica tu libro con
 
-----------------------------------